viernes, 2 de noviembre de 2007

LA I KOPA AMERIKA

por Jorge Hatre.

Desde siempre me ha gustado el mar y todo lo que se relaciona con él, hace tiempo que me dedico a la vela, y dada mi afición, me han pedido que escriba algo sobre este deporte. He aquí el problema, ¿Se puede llamar deporte a algo en lo que pasan las siguientes anécdotas?

Estando en un bar la madrugada del día 25 de abril, me preguntó un amigo si me gustaría participar en una regata como tripulante de un barco que habían comprado unos conocidos suyos y que como noveles buscaban una tripulación para regatear. Yo, sin dudarlo un momento, dije que sí, ya que el barco en el que suelo navegar está en tierra por unas reparaciones.

Resultó que la regata en cuestión era una de las llamadas costeras, es decir, que termina en distinto lugar de donde se da la salida, en este caso Gijon - Lastres, y el nombre de la regata era la I Kopa Amérika. Teniendo en cuenta que la Copa América es la regata más prestigiosa del mundo en la modalidad de Match - Race (barco contra barco), lo primero que piensa uno al enterarse del nombre de nuestra regata es, precisamente, saber el porqué del nombre. Tras una leve indagación, lo supe, resulta que "Amérika" es el nombre de la dueña del bar de Lastres dónde, al finalizar la regata, tomaríamos las "kopas".

La mañana del día 1 de Mayo de 1998 mi despertador sonó a las siete y media de la mañana, me pegué una ducha rápida, hice la maleta (bolsa de deporte en este caso), desayuné un café y me fui al barco a prepararlo todo para una asignatura que, por las predicciones meteorológicas, se presentaba extremadamente dura, vientos de fuerza siete a ocho, fuerte marejada a mar gruesa con olas de dos a tres metros y visibilidad reducida por aguaceros tormentosos. Cuando llegué al puerto deportivo la calma era chica, pero que muy chica, me dirigí hacia el barco y entré al ver que estaba abierto de par en par, fuerte fue mi sorpresa cuando me encontré a uno de los dueños durmiendo a pierna suelta. Con la ayuda de otro tripulante al que encontré en el pantalán conseguimos despertara y nos contara la juerga que se había corrido el día anterior.

Como supongo que algunos no sabréis las reglas de una regata os diré que existe un sistema de ventajas que se dan unos barcos a otros para que la competición sea igualada. Como en el golf que todos los jugadores tienen un handicap, de igual modo todos los barcos tienen un rating que se les aplica al tiempo de regata. La salida de una regata suele ser al mismo tiempo para todos los barcos y la ventaja se descuenta al final, pero en este caso la salida era a la inversa, es decir, que los barcos salían a horas distintas y el primero que cruzara la línea de meta era el ganador absoluto. Pues bien, si el primer barco salía a las doce en punto de la mañana, nosotros salíamos a la una menos cuarto. A la una menos veinte todavía no habíamos preparado nada y además teníamos que repostar combustible. Tuvimos la gran suerte que el viento no se había levantado y los jueces estaban mandando a todos salir a motor hasta nuevo aviso.

A la altura de Tazones y tomando dos balizas de pescadores como línea de salida, por fin comenzó la competición. Salimos de los últimos por la razón antes mencionada, pero con una buena maniobra nos pusimos los segundos, de repente nos dimos cuenta que estábamos solos porque los demás barcos se habían ido o bien cerca de la costa o bien hacia alta mar, nosotros a lo nuestro. Pronto supimos el porqué de nuestra soledad, nos metimos justo en el medio de un remolino de viento que provocaba un pequeño cabo y nos quedamos sin viento, no soplaba ni una gota, eso sí, como a unos trescientos metros de donde estábamos, estaban pasando nuestro rivales portados por una brisa que les hacía navegar en torno a los seis nudos, llegamos a Lastres cinco horas más tarde en penúltimo lugar. Por cierto, en una cosa sí que acertaron los del tiempo, nos estuvo lloviendo fuertemente durante todo el día. Una vez en Lastres, en el bar de nuestra querida Amérika, la entrega de trofeos, "Primer clasificado y ganador de la I Kopa Amérika... El Gaitero" (aplausos). Cuando el patrón del citado barco salía a recoger la Kopa, el patrón del barco en que iba yo, se anticipó, y con la gaita al hombro, entonando una conocida canción, recogió el prestigioso trofeo antes las carcajadas del respetable. De las "Kopas" que tomamos esa noche hablaré cuando se me pase la resaca.

Pero esto no se ha terminado todavía, al día siguiente había que volver. Durante siete horas y media, el barco fue tripulado por dos personas, ya que otros dos habían pasado todo la noche sin dormir y aprovecharon el día para tal menester y por fin la tercera pareja que componía la expedición se pasó las siete horas y media vomitando por la borda y jurando que no iban a beber nunca más en la vida.

Esta es, más o menos, la historia de mi I Kopa Amérika, espero volver siempre que pueda disputar esta regata porque además de ser un deporte duro (cuando se compite) también es una forma de pasárselo bien y conocer a mucha gente que, como yo, siente pasión por el mar y la vela.

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